UNA SIMPLE HISTORIA

Los hombres se quejan de que a las mujeres no les gusta el futbol, la PlayStation, que exigen zapatos y vestimenta a la moda. El hombre se queja de que no le comprenden, no les ayudan con sus tantas responsabilidades. Entre hombres hablan sobre la mujer y su virginidad, demandan que la mujer debe estar siempre guapa hasta después de casada.

El sueño de la mayoría de ellos es ser el primer hombre de una mujer, que ésta sea bella, que no le exija más plata de lo que puede darle, que no le llene de hijos, que le permita cumplir sus sueños y no sentirse un reprimido.

El hombre muchas veces busca muy en el fondo que la mujer lo cuide más como madre a un hijo que como mujer a un hombre, exigen que la comida esté en su punto de temperatura y con un buen sabor, piden que la mujer busque más construir cosas para ambos que cosas para ella misma.
Demandan que la mujer les deje salir solo con sus amigos, que les permitan disfrutar de una despedida de solteros, que les dejen ser libres en sus comentarios y más allá de eso que disfruten con ellos el halagar a otras mujeres.

Pero qué pasa cuando encuentran una mujer rara a la cual le agradan los detalles ya expresados, se aturden dos veces más, porque el hombre está acostumbrado a ser el incomprendido de la sociedad, si encuentran una mujer que les acompañe en su forma de pensar, se sorprenden y les cuesta asimilarlo.

Así comienza la historia de un ser al que veo todos los días en el espejo y aun después de veintiocho años no sé si es real, criada tanto en cemento como en tierra, desarrollé cada rastro de mi ser.
Cazaba grillos, llegaba de la ciudad a la finca y corría sacándome la ropa hacia el rio, mi cuerpo desnudo ha disfrutado de las mejores corrientes de agua pura, mis pies han pisado tanto abono como la tierra más lisa, mi piel fue cogiendo de los frutos sus primeras fragancias.

Las palabras no fueron mis mejores amigas en los primeros años, por eso desarrollé mis grandes ojos y cortas pestañas, pude disfrutar mis primeros años enamorada de los higos, aunque quizás un día vería en la flor blanca del árbol la cara del enemigo, el éxtasis de mi dulzura, delicadeza y larga cabellera, me hacían a la mirada de muchos digna rival de una de las mejores brisas de verano, golpeaba el balón como fuerte hijo varón de casa, caminaba de la mano con una roca por donde quería. El sol llegaba a mí a través de la pared de cañas y un pequeño candado guardaba las riquezas de mi alma.

La inocencia albergaba más del noventa por ciento de mi esencia, llegó a mí la primavera y cual viento, mis pensamientos tuvieron su primera migración, la roca siempre conmigo fijando el camino. Un día, frente a la flor de higo, vi al enemigo, quien se abalanzó sobre mí queriendo robar el néctar de mis tan carnosos labios, con la mirada y mi cuerpo hacia arriba, los primeros rencores se apoderaron de mí y dieron a luz las primeras palabras de mi tan esperada primavera "Suéltame, déjame”. Cual guerrera libré mi primera batalla saliendo triunfadora, porque llegó a mí una de mis primeras fortalezas, el defenderme.

Años más tarde llegaría el otoño a mi vida, la roca cual arena se iría con el mar; experimenté el primer desgarro en mi alma, uno de los amores de mi vida se había ido para ya no volver, las segundas palabras aparecerían en mi vida: sola, valiente y protección. La locura me preguntaba: ahora quién anduviera conmigo, dónde me recostaré a descansar, quién me cubrirá de las lluvias torrenciales, de las tormentas y tifones, a dónde fue, por qué no me llevó. Probé el primer sabor que produciría mi cuerpo: el salado de mis lágrimas.

Aquel camino verde que se alumbraba solo con el sol y la luna, se perdería en el tiempo que dejé ir, el rencor trajo a mí el olvido, se acabaría tal cuento de inicial para empezar a afrontar la realidad cruda y grosera. Se desvaneció el Capitán América que me presentaron desde que nací y apareció en mi vida una mariposa que cuidar y proteger.

Mariposa inocente que salió de su capullo en el otoño de su vida, porque la roca dejó de sostener su jardín, cargando ya tres flores en su espalda, frágil, dulce y sincera, sin poder volar. Mi vida daría a partir de ese momento para ayudarle con su carga y enseñarle a sonreír. La época de los escritos y sumas llegarían a su fin.

La figura que recién se terminaba de tallar, debía salir a afrontar el destino, aprendí a sentirme tan fuerte como cada trabajador que conocía, mi delgada cintura sostenía las costillas para no doblarse ante ningún costal en hombros, aprendería que la sonrisa es poderosa en los negocios, me convertiría en confidente de cada cliente que comprase una prenda de vestir, mi trabajo era valorado en treinta soles semanales, era la primavera más feliz del mundo, la mariposa podría reposar en mi jardín, sembraría sus dos flores para verlas crecer con agua y buena tierra.