UN JUEGO ABSURDO

Esta vez la realidad juega un juego del que ni siquiera sé las reglas. Me tiro al mazo como si estuviera barajando otra vez. Todo va y todo vuelve. ¿Quién ganará el juego en esta ocasión?

Voy escapando de la especie tal como si fuera ajeno, así tan ajeno que me hallo en la aldea del mundo donde los animales comen su carne de cordero recién cazado. Ese mismo lugar donde la madera rodea el hogar, una mesa larga y grande se posa en el medio del salón como un adorno carísimo. Nos sentamos en las bellas sillas de roble que limitan la extensa mesa y llega la carne asada para ensuciarla y compartirla entre la multitud.

Oler, descomponerse el cuerpo asado, fue un acto de valentía tomarlo y devolverlo a la tierra a la que pertenece. (Las sensaciones se multiplicaron por millones al observar que las personas del lugar tienen la cara cubierta; entre la oscuridad, mis ojos brillaban por la anestesia ingerida antes del colapso).

Tiro el cordero en el medio del jardín donde los perros con los humanos luchan por quién se come la mejor parte. Allí un señor muy bien vestido, con sombrero importado y una voz muy particular, (lo digo por lo agudo que era, que hasta aturdía mis oídos), observa la situación al igual que yo.

Frente a nosotros, la fiera y su presa en la boca disfrutando el cadáver como si fuera el gran ganador y los hombres queriéndosela quitar como si perdieran puntos. Quien más llene su barriga, más puntos acumula en el juego, y quien no llegue a empacharse, los puntos serán dados para el ganador, me dice en voz muy baja el extraño caballero del sobrero.

Pero qué contradictorio todo esto que me lleva a pensar que también suma puntos quien tiene mucho menos que su peso y pocas cosas en su cabeza, como si vomitara la cena. Ya que el victorioso no es ni uno ni el otro. ¿Quién gana el juego?

Otra vez las cartas, las armas, la carne, el hambre, el hombre, la especie, la muerte y todo eso que se pone en juego cada vez que apuestas y sin saber con quién juegas. Inconsciente, el buitre bien vestido aprovecha la situación y se chorea el tiempo, tus días y tu vida, y toda la recaudación de lo ganado como premio. Y lo peor es ver cómo se lleva el pozo sin haber hecho nada para merecerlo. ¿Así que él es quien gana el juego?

Déjeme decirle señor, soy un amante de aprender a usar las cosas y puedo decirle que su juego me parece sucio y aburrido. No borra mis palabras y mucho menos mis pensamientos, él que quiere todos los puntos con reglas que modifica ante su conveniencia, siempre siendo el único ganador y esa voz de mierda que nunca tendrá más que dinero y pastillas para enfermar más al mundo. Así que no pretendo perderme en su ambición y mucho menos contagiarme de usted. Así que no cuente conmigo.